Por Héctor Parra Rodríguez
Ahora que el Procurador General de Justicia del Estado, oficialmente dio a conocer la muerte –homicidio- de la joven Yosheline Arenas, la sociedad queretana se indignó, se molestó, se ofendió; guardaba la esperanza de ser encontrada con vida ¡No fue así!
Los detalles de la muerte de la joven fueron celosamente guardados por la Procuraduría. Dicen que existía la certeza sobre la identidad del cuerpo encontrado casualmente en la comunidad de Saldarriaga, El Marqués, la familia se resistía a reconocer esa verdad; y cómo no hacerlo cuando se trata de una hija. Las pruebas de ADN confirmaron el aserto.
Poco más de dos meses para lograr la detención del presunto homicida -11 de diciembre la desaparición-. Con desprecio el cuerpo simplemente fue arrojado a un lado de la carretera, no fue problema para la Procuraduría localizar del cuerpo de Yosheline. Luego un video –no oficial- bastante deficiente fue la clave de la localización del presunto homicida, así como otros medios de prueba. La descripción del cómo se encontraba el cuerpo de la jovencita, es por demás morboso y ofensivo describirlo.
Desde el momento de la desaparición de Yosheline en las redes sociales se clamaba por su localización. La sociedad queretana unida en una sola voz para que localizaran lo más pronto posible a la joven desaparecida. Más ningún resultado se obtenía. Por el contrario, el Procurador en conferencia de prensa manifestaba aparente –o cierto- desconocimiento y desconcierto sobre el paradero de la joven cuando ya sabía que había sido asesinada.
Solo espero que la presunta ignorancia haya sido parte de una estrategia de investigación para no alertar al homicida, dado que los delincuentes se alimentan de la información periodística. Así lo daba a conocer Jhon Jairo Velázquez “El Popeye”, sicario colombiano, lugarteniente de Pablo Escobar, cuando confesaba que los periodistas eran sus aliados al informarles las estrategias policiales en la búsqueda de los delincuentes.
Yosheline, que apenas rondaba los 20 años, era conocida como una buena niña, religiosa, trabajadora, esforzada, de buena familia; eso molestó más a los queretanos ¿Quién, por qué, dónde estaba, qué razones existían para su desaparición? Queretanas y queretanos –como pocas ocasiones- se unieron en la misma exigencia: reclamar la presencia de Yosheline. Al paso de los días nada se sabía del destino de la joven, solo se guardaba la esperanza de que apareciera viva.
La muerte de Yosheline es solo una muestra de la creciente incidencia delictiva que tenemos en Querétaro, que va desde el simple cristalazo, el robo en casa habitación, la venta de drogas, los laboratorios clandestinos, homicidios, hasta la presencia de los grandes narcos viviendo en nuestro territorio. Otra llamada de atención para las autoridades del ramo. Nada fácil como se prometió en campaña resolver el problema delincuencial. Es más bien sumamente complicado y para ello se necesitan expertos en seguridad y procuración de justicia. Además de una buena educación de la sociedad.
La muerte de Yosheline no debe politizarse, es también criminal aprovecharse del dolor que causó a la familia y a la sociedad queretana la desaparición y muerte de esta inocente, rehén de mentes enfermizas que sin mayor problema privan de la vida a cualquier persona. Por eso hoy día muchos exigen la emisión de “alerta de género” por parte de la autoridad, al saber que otras mujeres han sufrido hechos semejante que las ha llevado a la muerte. En el caso en particular se trata de un homicidio agravado: Feminicidio.
Lastima, agrede, duele y ofende lo acontecido a Yosheline. El trascendido de su muerte se trasladó a las redes sociales y no se pudo aguantar la información del feminicidio y detención del presunto homicida. Fue “trending topic” en las redes sociales de los queretanos durante todo la tarde y noche del viernes 19 de febrero, así como días siguientes; algunos “politizaron” el tema de la seguridad ¿o inseguridad? No vale la pena mencionarlas, el meollo fue la información del Procurador General de Justicia en el Estado; dio a conocer lo que se sospechaba, había resistencia natural a no creer que Yosheline había muerto.
En este caso en particular, no queda más que clamar justicia por lo acontecido a la joven inocente y castigo con la pena máxima al feminicida. El reto para las autoridades sobre la inseguridad aumenta, deben generar políticas efectivas y eficaces de prevención y en su caso detención de cualquier delincuente y no lucirse mediáticamente con trivialidades del “Torito” que ya existe desde hace años o con la amenaza de las “foto-multas” en lugar de reforzar objetivamente la seguridad pública. Cierto y lo reiteramos, la ciudadanía también es corresponsable en esta materia, pero el mayor peso sobre la delicada labor de la seguridad recae en la autoridad, es insoslayable.